miércoles, 15 de junio de 2011

Relatos de Terror varios:




PRESENCIA

Odiaba esto, lo odiaba. Siempre estaba ahí. La Presencia. Cada vez que me reflejaba en un espejo estaba detrás mía, mirándome, con dos ojos rojos que brillaban...Todo lo demás suyo era negro. Siempre había sido así desde que puedo recordar. De niña se lo decía a mis padres, pero ellos solo me decían que eran imaginaciones mías. Gritaba cada vez que me miraba a un espejo. Cuando comprendí que nunca me escucharían dejé de decirlo, ahora con los veinticinco años bien cumplidos miraba a aquel ser como si formara parte de mi conjunto de ropa, pero siempre sentía aquel miedo atroz al mirarle a los ojos. Intentaba por todos los medios no verme reflejada en cualquier cosa, en los espejos, en el agua, cristales... incluso en el grifo del baño. Y lo que estaba terminantemente prohibido en mi vida era tocar un espejo. De niña lo hice y aquella presencia me agarró intentando llevarme con él, grité con desesperación. Llegó mi madre justo a tiempo, al llegar a la habitación, la presencia me soltó haciendo que me cayera hacia atrás. Mi madre se enfadó mucho conmigo al contarle lo que me pasó. Esa fue la última vez que dije algo a alguien sobre la Presencia.

Mi vida era difícil, pero la mantenía y nadie se daba cuenta de nada, ni mi novio, con el que pasaba la mayoría del tiempo, nadie sabia “mi problema” por las cosas reflejantes, ni siquiera mi miedo por ellas.
-Hoy tengo una sorpresa para ti... Pero aún no te la voy a dar- me dijo el día de mi veinticinco cumpleaños.
-Ah por cierto...Feliz cumpleaños, Nadia- él nunca se olvidaba de esto, me besó y yo le correspondí.
-Quiero que hoy hagamos algo especial. Vayámonos a la feria, esta noche- me ofreció poniendo cara de cachorrito.
- Matt ya sabes que con esa carita no me puedo negar- se rió y yo reí con él.
-Lo sé...- respondió con una risita. Esta noche tendré sesión de atracciones.

Andábamos ya por la feria cuando un un pequeño edificio totalmente de color negro llamó nuestra atención, era una atracción. Fuimos hasta él con curiosidad, pero mi emoción desapareció justo al leer el cartel de la puerta, “sala de espejos”, mi infierno personal se encontraba allí dentro.
-¡Vamos!Será muy divertido- dijo Matt con una gran sonrisa.
-Eh..Eh mejor no, vamonos, estoy cansada- no podía mostrarle mi miedo por aquel lugar.
-Porfa...Siempre he querido entrar en un lugar como este y mañana cierran la feria.- me puso morritos, una expresión a la que yo no podía enfrentarme. Si le tengo a él a mi lado seguro que no me pasará nada.
-Ok.... Pero solo un momento- él accedió feliz y me arrastró hacia dentro.

Nunca me había enfrentado a nada así. Espejos... La Presencia estaba en todas partes, y juraría que sus ojos brillaban mas de lo habitual. Temblaba... y mucho. Matt pensó que tenía frío por lo que me dio su chaqueta.
-Guau...Da repelús ¿Verdad?- eso no era nada. Todos los espejos me miraban, él me miraba.
-Si...Es extraño verte por todos lados- y verle a él...A mi segundo acompañante.
-Es hora de que te dé mi sorpresa...- sacó algo pequeño, una cajita de cuero marrón. Esto no puede ser lo que creo que es.
-Nadia...- abrió la cajita, contenía un precioso anillo con un pequeño diamante incrustado.
-¿Te quieres casar conmigo?- preguntó sonriente y a la vez impaciente.
-Pues claro que...¡SI!- Me lancé hacia él y le besé, me olvidé completamente de donde estaba y el miedo que sentía. Solo podía disfrutar del momento.

Matt me soltó después de dejar de besarnos y se acercó a uno de los espejos que estaban un poco alejados de nosotros. Me quedé en el sitio, paralizada. Mi protección se había alejado de mí, mi felicidad de hasta hace un momento desapareció. El corazón pareció que escaparía de mi pecho.
-Matt...Espera...- corrí hasta él con pánico, lo que provocó que me tropezara y cayera justo en frente del espejo. Mi cabeza rozaba la superficie...Sentí “algo” acariciarme el pelo.
- Estas bien cariño...- me decía Matt mientras me agarraba para levantarme.
-Si...Lo estoy- empecé a incorporarme, no me percaté de que aún estaba justo en frente del espejo, lo miré sin querer.

-¡AHHHH!¡Ahhhh!- la Presencia tapaba mi reflejo. Del pánico caí hacia delante.
Mi cara traspasó el cristal como si no estuviera ahí.
-¿Pero qué?- farfulló Matt. Me agarró con fuerza, pero ya era tarde. La presencia me tenía agarrada del cuello. Medio cuerpo quedó atrapado en el espejo. Mi compañero aún no se había rendido, tiraba de mí con saña. Yo gritaba y gritaba, mientras intentaba aflojar la asfixia que me provocaba aquel ser.
- Por favor...Dejame ya- suplicaba a duras penas.


-No perteneces a ese lugar...- me dijo la Presencia antes de tirar con una fuerza sobrehumana y llevarme por fin con él.


BAJO LA PIEL DE CAPERUCITA ROJA.


Lleva horas inconsciente.
Nadie de aquí sabe quién es. La encontré tirada detrás de unos arbustos mientras cortaba leña en el bosque. Estaba sucia, magullada... Y lo peor de todo, llena de sangre, una sangre que no era suya, esta se confundía con su gran caperuza roja intensa. La llevé directamente a mi casa en el pueblo, dónde mi madre la limpió y la recostó en una cama.

Ahora me encuentro observándola. Tiene el pelo largo, con bucles dorados y brillantes, su piel es de porcelana con algunas pecas por la nariz y debajo de los ojos. Es verdaderamente hermosa.

De repente abre los ojos y se incorpora de un salto, asustada mirando a todos los lados desorientada.
-¿Dónde estoy?-pregunta frenética con un intermitente temblar en todo su cuerpo.
-Mi nombre es Pedro. Estas en mi casa te encontré en medio del bosque.¿ Que te ha pasado...?
Me mira fijamente con sus ojos celestes casi plateados y una lágrima resbala por ellos.
-El lobo...-susurra antes de cubrirse el rosto con sus manos.

Se llamaba Mía.
Nos contó que un lobo estuvo atacando su aldea. Primero solo era el ganado, pero cuando la gente empezó a darle caza sin éxito, los que morían empezaron a ser ellos. Siempre atacaba una vez al mes, y nunca nadie lo veía, solo sus grandes huellas, y las marcas de unas enormes mandíbulas en sus victimas. No era un lobo normal, debía de ser enorme, una bestia infernal y llevaban sufriendo su caza varios por años.
Mía se quedaba unos días al mes en casa de su abuela, por que ella vivía en medio del bosque, rodeado por un río, y el lobo nunca ha ido a atacar allí, por lo que sus padres pensaban que estaría a salvo.

En uno de esos días, se desmalló por unas fiebres muy altas, y se quedó en cama casi delirante. Cuando despertó estaba en el salón casi sin ropa y desorientada por los efectos de la fiebre que aún perduraban. Buscó a su abuela , pero no la encontró. Todo estaba destrozado, la habitación, la puerta, el cobertizo....Y sangre .El causante parecía ser un lobo. Se puso su caperuza roja y corrió hasta el pueblo. Cuando llegó no podía creer lo que vió, su aldea se encontraba irreconocible, con cuerpos desmembrados, repartidos por el suelo...Como si el lobo se hubiera estado divirtiendo con ellos. Buscó a sus padres y deseó no haberlo hecho, por la imagen que se encontró.

Y de pronto lo escuchó.

Delirante por la fiebre y completamente paralizada por el horror, escuchó el aullido de lobo más terrorífico que podía existir, incluso sintió la tierra temblar bajo sus pies. Corrió sin rumbo tapándose los oídos, pero no sirvió de nada, el aullido la perseguía, como feliz por su próxima caza. Incluso distinguió sus ojos color sangre por la frondosidad del bosque, que le sonreía con ferocidad.
Entonces cayó por un terraplén y todo se volvió negro.

Después de escuchar su historia avisé a todo el pueblo, y la gente fue a dar caza a la bestia pese a los intentos de Mía por detenerlos entre lágrimas de desesperación.

Nadie encontró rastro de él, solo una piara de cadáveres al otro lado del bosque, en un pueblo, que a partir de ese momento sería un cementerio.
Mía se quedó en mi casa a partir de ese momento. Siempre llevaba su caperuza roja puesta, parecía que era lo único que la mantenía de una pieza en esos momentos. Cada día se fue volviendo más y más comunicativa, incluso a llegar a sonreír, y parecía un ángel cuando lo hacía.
Yo quería hacer algo por ella, desde la primera vez que vi sus ojos me quedé prendado de ella. Quiero protegerla y hacer pagar al ser que la ha hecho sufrir tanto.

Cada atardecer busco al gran lobo hasta la media noche, con tal desesperación que creo que me he obsesionado.
Creo ver sus ojos demoníacos entre la oscuridad, y doy la voz de alarma cada vez que pasa. Pero por mas que busquemos no encontramos ninguna huella, creo que estoy empezando a delirar. Ya nadie me cree cuando doy el aviso, cuando creo tener los ojos de la bestia justo delante de mí. Todos ignoran mi ya famosa frase “¡Que viene el lobo!”.

Mañana se cumplirá el mes desde el incidente. Y por ello he estado todo el día registrando el bosque. He llegado a una pequeña casa que es rodeada por un río. Creo que es la casa de Mía, y hay luz dentro de ella. Su abuela está viva.
Llamo frenéticamente a la puerta, que está llena de desgarros. Y lentamente una anciana mujer , pero ágil, me abre con un hacha.
-¿Quién eres tú?-me dice desconfiada mirando por detrás de mi hombro.
-Me llamo Pedro, soy leñador. Hace casi un mes encontré a su nieta en el bosque, Mía.
-¡¿Dónde está?!-me dice exaltada agarrándome de un brazo.
-Está bien, ahora vive conmigo y mis padres.
-¡Nó! Es peligrosa, pronto será luna llena-responde mientras me arrastra hasta interior de la casa.
-No la entiendo señora-digo desconcertado-¿Cómo que peligrosa?

-¡ELLA ES EL LOBO!-grita antes de contarme un relato que me deja sin palabras.

Hace unos años, Mía fue atacada mientras iba a casa de su abuela a llevarle unos medicamentos. Fue un lobo, que por suerte la dejó vivir. Desde entonces Mía ha vivido con una maldición sin que ella lo supiera. Cada luna llena, sus padres la mandan a lo mas profundo del bosque con su abuela. Ella, con un medicamento la duerme y la encadena en el cobertizo antes de que salga la luna, pero no sirve de nada contra la maldición, se transforma en un lobo enorme capaz de arrancar arboles del suelo de un golpe. Al principio no era muy fuerte y no causaba muchos daños o solo se quedaba en el bosque cuando se soltaba de las cadenas. Pero pronto fue a peor y empezó a atacar a la aldea y a matar. Ella no sabe nada por que su abuela la busca al amanecer,la recuesta en su cama y hace como que no ha pasado nada.
Pero al ponerse enferma, la fiebre también afectó a su transformación, convirtiéndola en un demonio sin ningún control alguno, llegando incluso a atacar la casa, a la que nunca se había acercado. Su abuela tuvo que esconderse y pensar lo peor que podía pasar.

-Mis peores temores se cumplieron. Los mató a todos, a todos...Tienes que sacarla del pueblo, ahora es muy fuerte, la tragedia puede volver a pasar. Ten, tiene balas de plata, por si lo peor pasa. Yo no puedo hacerlo.
Puso el arma en mis manos, y eso me hizo reaccionar.
-¡¿Cómo puede pedirme que haga algo así?!
¿Matar a mi ángel? Imposible.
-Yo y sus padres la hemos mantenido viva por mucho tiempo, pero ya no hay otra solución.
-Tiene que haberla...-digo mientras mis ojos se empañan.
-Lo siento hijo...A mí también me duele.

Me fui de allí como un alma en pena. Mi parte racionar decía que si todo esto era verdad tenía que matarla, pero mis sentimientos solo gritaban que no lo hiciera, que simplemente me la llevara lejos del pueblo. Y es lo que haría.
Al llegar a mi casa ya de noche.Había tardado un día entero en llegar, era la noche de su transformación.
La desperté y le dije que recogiera sus cosas. Ella no hacía mas que preguntarme que qué ocurría, pero era incapaz de inventarme una mentira en ese momento.

-Por favor dime qué ocurre...
-El lobo a vuelto
-¿Estás realmente seguro?
-Si, y hoy hace un mes de su ataque, te voy a sacar de aquí para que no te pase nada ma...

Me separo de ella unos pasos de la impresión. Sus ojos son completamente rojos, del color de su caperuza. Ella me mira asustada y después mira al cielo. La luna plateada se alza hermosa y esbelta,
avisando de lo inevitable.

Mía se tira al suelo rota de dolor e intento ayudarla. Un grito inhumano sale de su garganta en forma de protesta por el dolor.
-¿Que me está pasando?-pregunta con hilo de voz para luego salir corriendo hasta detrás de uno matorrales, dónde empieza su tortura.

Alzo el arma y apunto mientras espero a su aparición, No hay otra solución, estamos justo al lado del pueblo. He llegado tarde.

Lo que sale de los arbustos ya no es mi ángel. Sus ojos plateados han sido sustituidos por dos luces de sangre, su pelo de oro a sido eclipsado por la noche infinita, dónde tus peores miedos salen a la luz, sus garras están afilada como cuchilla, su cuerpo mide mas de dos metros de alto y es de una envergadura inimaginable. El ser que tengo ante mí es la personificación de la oscuridad en todo su esplendor. Ya no es mi Mía, mi ángel, mi amor...

Pongo el dedo en el gatillo y apunto.

La bestia me mira y quedo deslumbrado por su mirada, es la mirada de Mía, lo sé, la reconocería en cualquier rostro.
-Mía ¿Eres tú?...
La bestia me sonríe con malicia y se lanza directa con sus fauces hacia mí. No me da tiempo a disparar.



VENGANZA POR ALMA

¿Qué haríais por venganza? O mejor dicho ¿Que daríais por venganza? Yo estaba dispuesta a dar mi alma... y así lo hice. Vendí mi alma al diablo por venganza.

Todo ocurrió el día de mi boda, yo era una persona feliz. Con veinticinco años me iba a casar con un hombre maravilloso y atento, tenía muchos amigos a los que quería y unos padres con mucha salud ¿Que más podía pedir?
Estaba terminando de maquillarme y haciendo los últimos retoques a mis rizos de color trigo, cuando lo escuché. En la habitación de al lado donde se supone que estaba mi futuro marido, se escuchaban unos ruidos y gemidos de lo mas extraños y a la vez familiares. Me preocupé, desobedeciendo a la tradición de no ver al novio antes de la boda, entré a su habitación... y menos mal que lo hice. Una chica se encontraba encina de él metiendole mano y él igual, ella era mi dama de honor y mejor amiga de la infancia. La rabia y el odio me envolvió. No se dieron cuenta de que yo estaba allí por eso me abalancé sobre ellos y empecé a pegarles y insultarles con el vestido de novia puesto. Casi no podían ni reaccionar ante mí. Mi ex-futuro marido me agarró con fuerza... había perdido totalmente la cordura.

Los días después de eso me las pasé encerrada en mi habitación maldiciéndoles a mas no poder. Casi no comía ni hablaba, simplemente le insultaba al aire. El que creía mi media naranja desapareció al igual que mi supuesta amiga de la infancia y eso me cabreó mas todavía. Solo deseaba hacerle sufrir a él... a ese traidor. No hacía mas que imaginarme a mi hincando cuchillos, rompiéndole las piernas con un mazo... y mil torturas mas.

Me encontraba tumbada en la cama, en la que había estado durante días, cuando alguien apareció en la habitación sin previo aviso. Era un hombre alto, con perilla, piel morena y...y ojos rojo infierno. Al mirarlos me pareció estar rodeada de llamas. Supe quién era al instante.
Este hombre me tendió un papel y dijo con una voz aterradora.
-Yo puedo cumplir lo que deseas...solo te pido una cosa a cambio- cogí el papel y lo leí. “el alma por tu deseo” decía con la letra en rojo...sangre. Le miré pero no con miedo sino con decisión, mi vida ya estaba ya arruinada, como si estuviera en el infierno ¿Por qué no estarlo de verdad?
-¿Que tengo que hacer?- pegunté mirándole a los ojos, a esos ojos que quemaban.
-Simplemente firmar con tu sangre...-me tendió una aguja, y al cogerla, del simple roce con ella mi dedo se cortó.
-Con una gota bastará- me explicó, puse mi dedo encima del papel y dejé una gota caer, acto seguido, cuando la gota cayó y impregnó el papel, esta empezó a quemarse, solté el papel y antes de que cayera al suelo se quemó completamente y desapareció. Dirigí la mirada a mi acompañante pero este ya no estaba.

Esta es mi historia de como di lo mas valioso que tenía por venganza... ahora me encontraba aquí, en una habitación equipada con todo lo necesario para la tortura y en el centro de esta, al culpable de mi sufrimiento. Estaba amordazado y atado a una de las maquinas de la habitación, “ el estirador”, la maquina que tiraba de ti hasta romperte todos tus huesos.
Días antes me llegó una nota sin remitente, citándome a un lugar dentro del bosque, a una casa abandonada. Era el lugar perfecto para mi venganza. Cuando llegué el traidor estaba allí listo para sufrir.

Empecé con mi venganza y la disfruté a cada momento. Cada grito suyo era una música para mis oídos. No paré hasta que su corazón dejó de latir, que no ocurrió hasta pasadas unas horas del principio de mi venganza. Dejé el cuerpo en el suelo y me dí la vuelta, mientras disfrutaba de esta acción, por fin le devolví todo lo que me hizo, por fin...
De repente escuché un sonido detrás mía, como algo lebantandose. Pero no era posible, me había cercionado de que estuviera muerto.
Me dí la vuelta y lo ví, a él completamente bien, como si no le hubiera pasado nada, con las manos en los bolsillos. Entonces cuando le miré a los ojos me paralicé, eran rojos...rojos infierno.
Me ha mentido, no me lo había traído.
-T u alma es mía...- se acercó a mi con una velocidad inhumana y me empujó.

-¡¡No es JUSTO!!- grité...Mientras caía en las fauces del infierno.


LA SOMBRA DE MI SOMBRA

Acabamos de mudarnos a un pequeño pueblo perdido en el bosque, mi pueblo natal, nos fuimos del pueblo cuando tenía doce años ya que mi padre era fotógrafo y buscó un trabajo en el que le permitiera irse del pueblo, nunca le pregunté por qué. Casi no recordaba nada de este lugar, todos los recuerdos eran muy vagos. Cada vez que intentaba recordar algo me entraba un miedo indescriptible, por eso dejé de intentarlo. Estábamos en otoño y todo nuestro alrededor estaba teñido de marrón, amarillo y naranja, la imagen que se formaba era espectacular.
Salí de mi casa para poder disfrutar del paisaje y así recordar mi infancia, pero por mucho que lo intentara no lo conseguía. Iba muy distraída y por eso no lo vi venir, un chico se abalanzó sobre mí con mucha fuerza, caí de espaldas al suelo y me golpeé la cabeza contra el asfalto.
-Ay!!!
-Perdón... lo siento, iba corriendo y no te vi- me alzó su mano y yo la tomé, era un poco alto, con el pelo corto y negro y sus ojos parecían un poco sin fondo, completamente oscuros, su cara me era familiar.
-No pasa nada, yo también tengo parte de culpa, no miraba por donde andaba, jeje.
-¿Eres nueva por aquí verdad?- me preguntó con curiosidad.
-No exactamente, viví aquí de pequeña pero mi padre es fotógrafo, se dedica a fotografiar lugares de todo el mundo, así que eso implica ir de un lado para otro.
-Debes de pasarlo muy mal al tener que dejarlo todo y volver al empezarlo, sobre todo con los amigos- dijo con tristeza.
-Estoy acostumbrada, y no hago amigos fácilmente, casi nunca abandono un lugar y a la vez amigos.- a veces pensaba que tenía la peste, cuando intentaba entablar conversación con alguien, este me miraba con asco y se iba, por eso ya solo quería pasar desapercibida para todos.
-Pues ahora tienes uno, mi nombre es Gabriel, encantado.
-Encantada, mi nombre es Jenifer, pero llamame Jeny.- me caía muy bien Gabriel, era muy fácil hablar con él y no había salido corriendo, que eso ya es un logro.
-¿Quieres que te presente a mis amigos?- Oh, oh, sus amigos... Seguro que no les caeré bien.
-Va..vale- entonces empezó a andar y yo le seguí.

Mientras andábamos, iba recordando todo lo que veía a mi alrededor, las cafeterías, las tiendas, los parques, pero solo eran pequeños flashes que se mezclaban en mi mente...
Llegamos a una plaza donde había un grupo de chicos y chicas hablando muy animados. Gabriel me guió hasta ellos y me presentó.
-¡¡Hola chicos!! Esta es Jeny, se ha mudado hace poco al pueblo, pero vivió aquí cuando era una niña.-Todos me saludaron con una sonrisa y se pusieron a hacerme preguntas sobre mí, donde vivía, que gustos tenía, que ropa me gusta mas...
-¿Cuántos años tienes Jeny?- Me preguntó una chica, creo que se llamaba Sara.
-Tengo diecisiete ¿Y vosotros?
-Todos tenemos dieciocho, eres la mas pequeña de aquí- odiaba esa palabra, y no recodaba por qué, pero siempre la odié.
-Vamos a celebrar esta noche una hoguera, es como una fiesta que llamamos “sesión de medianoche” en ella contamos historias de miedo de todo tipo- no me hacían mucha gracia las historias de miedo, pero todos ellos me habían aceptado y eso se lo tenía que agradecer.
-¡Claro!¿Dónde lo hacéis?
-No te preocupes por eso, yo voy a por ti a tu casa.- me dijo Sara muy animada.

Llegó la hora de la “sesión de medianoche”, me había preparado una historia sobre una carretera en la que se aparecía una chica que provocaba que tuvieras un accidente, no era una historia muy buena, pero al menos era algo. Sara me recogió en mi casa, iba completamente vestida de negro y muy bien pintada, me avergoncé de no ir vestida para la ocasión, llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta a rayas blancas y negras, parecía una ladrona ex convicta , pero era lo único que encontré entre todas la cajas de la mudanza.
Entramos dentro del bosque, a lo lejos vi una luz muy intensa, seguro que eran los demás. Y lo eran, todos estaban allí vestidos de negro.

-¿De que cárcel te as escapado?- bromeó Gabriel, me puse roja como un tomate, pensé en mi fuero interno. Nos hicieron un hueco alrededor del fuego, me dieron una coca-cola y se dispusieron a empezar.

Estaba por salir corriendo, sus historia eran para que se te pusiera la piel de gallina, y mi historia no fue nada comparada con las de los demás. El último en relatar fue Gabriel.
-Esta historia la llaman “la sombra” y cuentan que ocurrió de verdad- todos se pusieron a reir. En todas la historias se decía lo mismo, “ocurrió de verdad”.

-Cuentan que había un chico al que todo el mundo en el colegio lo tomaban como objeto de diversión,le hacían bromas, le quitaban la merienda, lo insultaban...Él chico ante esto solo deseaba una cosa...”Quiero ser mi sombra”. Un día los chicos que todos los días le quitaban la comida, lo persiguieron ya que él se negó a dársela, lo siguieron hasta un callejón. Nadie supo que pasó allí, solo se sabe que de aquel callejón salió un grito que decía “!!Quiero ser mi sombra¡¡”. Después de aquel día nadie volvió a ver a los abusones y aquel chico siempre lo veías riendo, pero cuentan que si te fijabas en su sombra, esta tenía las manos en la cara, como si estuviera llorando...

El relato me heló la sangre, por una extraña razón toda esa historia me parecía muy familiar, como si yo misma la hubiera vivido. Apagaron el fuego y nos fuimos, pero iban por otro camino, yo los seguí, seguramente iríamos a alguna parte. Al cabo de un rato andando entre la oscuridad, Gabriel y los demás se pararon en mitad del bosque y dijeron:
-Es hora de que ajustemos cuentas, “pequeña Jeny”- aquellas palabras, me hicieron recordar algo, algo muy lejano. Insultos, empujones, gritos, sollozos, burlas...A mí huyendo por un pasillo, era mucho mas pequeña que ahora, llevaba una gran mochila, y tenía los ojos empapados de mis lágrimas, entré en una clase con la respiración entrecortada, la puerta se abrió y entraron un grupo de chicos de unos trece años, yo solo tenía doce. Uno de ellos sonreía con malicia, tenía el pelo negro al igual que los ojos... era él, los demás que entraron los reconocí, eran los mismos que estaban conmigo en el bosque. Dos de ellos me agarraron y me sacaron de la clase, me arrastraron hasta otra y me metieron en un sitio oscuro y pequeño... Un armario. Me abandonaron allí, recuerdo mis gritos de suplica, el sonido de los golpes contra la puerta, la oscuridad, el dolor... y también las horas que pasé allí. Ahora entiendo por que casi no recordaba nada de mi vida en este pueblo, todo eran malos recuerdos, sobre los chicos del colegio insultándome y hasta pegándome. “Pequeña Jeny” así me llamaban.
-Vosotros...-fue lo único que conseguí decir al salir de mi shock.
-Parece que ya nos recuerdas, nos llevamos una buena, a mí me metieron en un correccional por chivarte.
Todos se abalanzaron sobre mí y volvieron, como aquella vez, a arrastrarme, me llevaron un agujero, como una especie de pozo o hoyo, y me tiraron allí. Caí y el dolor hizo acto de presencia, tuve suerte de caer de buena manera si no me abría roto algo. Al levantarme y mirar hacia arriba no vi a nadie, me dejaron sola... otra vez. Intenté escalar pero caí, empecé a gritar como aquella vez, no sirvió de nada. Me senté y lloré.
¿Por qué me hacían esto?¿Que es lo que hago mal para que todo el mundo me odie? Yo solo quería tener unos pocos amigos y si no podía tenerlos simplemente pasar desapercibida, desapercibida, que era lo que había intentado hacer toda mi vida. Ahora lo recordaba todo, de niña nunca quería llamar la atención por temor a que la tomaran conmigo, pero todo era inútil, siempre era yo la que se llevaba todas las burlas. Recordé el relato de Gabriel y entendí porque aquel chico deseaba ser una sombra, era lo mejor para que no te hicieran daño. Ahora yo también lo deseaba, en ese momento no me importaría ser una sombra, a ellas no les pasa nada malo, solo siguen e imitan al que las produce.
-¡QUIERO SER UNA SOMBRA!-grité para desahogarme necesitaba deshacerme de toda esta rabia
-Quiero ser mi sombra...-sollocé, hasta quedarme inconsciente.



Yo no quería esto... Mis piernas se movían pero yo no las movía, mis manos sujetaban un objeto pero yo no lo sostenía, mi boca sonreía pero yo solo lloraba.
-Yo también sufría- me dije a mi misma, pero yo no me lo dije.
Me acerqué a Gabriel que estaba sentado en un banco, pero yo no quería acercarme. Él me miró y a la vez no lo hizo.
Levanté el hacha que tenía en mis manos y a la vez no lo hice.
-Es hora de que ajustemos cuentas, “pequeño Gabriel”- dije y a la vez no lo dije.
Yo solo lloraba con la cabeza gacha y con las manos en la cara mientas me seguía, nadie me prestaba atención, pasaba “desapercibida”,solo podía mirar lo que estaba pasando sin poder impedirlo.¿Cómo podía hacer algo? Yo solo era la sombra de mi sombra.

NOCHE DE DISFRACES

Hoy era el día. Hallowen, el día en donde las fuerzas del mal están mas próximas. Yo y mi novia íbamos a celebrarlo a lo grande. Un amigo mío tenía la casa para él solo, haría la mayor fiesta de hallowen que todo el instituto habrá visto jamás. Yo mismo le ayudé a prepararlo. Bebidas y comida de todo tipo, los adornos mas escalofriantes, carabelas, telas de araña, sangre artificial...Una verdadera casa del terror.
- Daiman, ¿Qué disfraz as escogido?- me preguntó el creador de la fiesta, mi amigo Stefan.
-Vampiro- le respondí.
-Pero ese disfraz ya esta muy visto...- dijo con tono de aburrimiento.
-Lo sé...Pero así tendré una escusa para pegarle un buen mordisquito a mi novia.
-Así se hace...jaja. Ahh se me olvidaba...He contratado a un mago.
-¿Mago?- pregunté confuso, ¿Para qué queríamos nosotros a un mago?
-Es que hará un espectáculo de miedo.. Ya sabes, hacer aparecer fantasmas y cosas así- ahora lo entendía.
-Eso será total- le dije chocando palmas.
-Ya veras, este día no lo olvidará nadie.- en eso estaba de acuerdo con él.

Ahora me encontraba en la casa de mi novia Bonnie. Como siempre nunca estaba lista para salir y menos hoy. Yo ya llevaba mi disfraz de vampiro, aunque no era el típico disfraz. Iba vestido como Jhon Travolta en la película Grease, con mi chaqueta de cuero negra, una camiseta blanca y unos baqueros, también tenía el pelo al estilo con mucha gomina, toda la piel pintada de blanco y unas falsas gotas de sangre bajo los labios, como si cayeran de mi boca.
-Ya estoy lista...- apareció Bonnie, bajando las escaleras muy despacio. Su disfraz era de princesa, estaba espectacular.
-Me has dejado sin palabras- la elogié, a ella le encantaba eso.
-Tu también estas muy bien, hoy creo que mi sangre será toda para ti.
-Y que lo digas..- le ofrecí mi brazo para que se agarrara a él y partimos a pasar miedo.

Guau... Ya savia como estaba la casa preparada, pero verla con todas esa luces, la música a todo volumen...Era genial. Bonnie me miró con cara de sorpresa y era normal. Todo el mundo se quedaba petrificado al ver el interior.
Cogí unos ponches para bonnie y yo,y buscamos a Stefan. Se encontraba en el tocadiscos, eligiendo música. Llevaba un disfraz de hombre lobo total, era irreconocible, solo supe que era él por que ya había visto su traje. Se dio cuenta de nuestra presencia por lo que se levantó la mascara y nos hizo señas para que nos acercáramos.
-Me encanta tu fiesta, enhorabuena- dijo Bonnie nada mas llegar hasta él.
-Jeje..gracias, aunque sin Dámian no habría sido lo mismo- Ella me miró y se abalanzó sobre mí para besarme, era una impulsiva.
-Mas que una princesa pareces una leona- le dije al terminar de besarnos.
-Las princesas también podemos ser muy salvajes- me recriminó.

Estuvimos todo el rato saludando a gente de nuestro instituto, algunos disfraces eran una porquería pero otros parecían completamente reales. Una bruja, un ladrón, un demonio, una hada...Incluso uno se disfrazó de ducha, con este me reí mucho. Todo era perfecto, toda la diversión estaba asegurada.
Bailamos, bebimos e hicimos bromas de todo tipo.

-Monstruos y monstruas...jeje- Habló por el altavoz Stefan, se le notaba que llevaba ya una cuantas copas de más.
-Es hora de presentaros a un invitado...Especial- si... definitivamente estaba borracho, su tambaleo y voz lo delataban.
-El mago...Que nos hará temblar de miedo, atraerá a las fuerzas del mal para que nos deleiten con su fuerza.
De pronto, apareció de la nada humo por todas partes, impidiendo que nos viéramos los pies. Una sombra se apareció en el lugar, toda la casa se quedó en un silencio sepulcral. La sombra se trataba de un viejo, vestido completamente de negro, con un gran sombrero como los que llevan los brujos.

El mago levantó una mano... Un grito ensordecedor se arrastró por la habitación dejándonos petrificados.
-Esta noche...Es una noche especial para todos nosotros, por que nos deshacemos por hoy de nuestro yo, y nos ponemos en la piel de un ser antinatural. Del ser que llevamos dentro. Pero ese ser aún no está completamente despierto.
Su voz tenía un tono de autoridad, nadie se atrevía a hacer ningún comentario.
-Yo estoy aquí para provocar el completo despertar de ese ser. ÉL de que ahora llevabais su piel.

Los gritos volvieron a inundar la habitación, montones de luces nos rodearon. No hacíamos mas que mirar por todos lados. Fijé mi vista en el viejo, que movía las manos de una forma extraña y a la vez murmuraba palabras que parecían no tener sentido.
Un dolor indescriptible empezó a destrozarme, y por lo que noté a mi alrededor a los demás les pasaba lo mismo. Caí al suelo, no era capaz de mirar hacia ningún lado, simplemente me retorcía, intentando eliminar ese odioso dolor.

-AUUUUUUUUUUUH!!- el aullido de un lobo apareció de alguna parte de la habitación.

El dolor empezó a desaparecer, pero un nuevo dolor apareció. Era un sonido repetitivo que provenía de todas partes,”Boom boom” me martilleaba los oídos. Me los tapé, no sirvió de nada. Me levanté y miré a mi alrededor, ya nadie parecía ser los mismos. Sus disfraces parecían tan reales...Como si de verdad fueran lo que representaban. Miré la parte del tocadiscos, allí ya no estaba Stefan, en su lugar había un enorme y verdadero hombre lobo, que arrancaba la carne de una chica, vestida de vagabunda.
Busqué a en mi alrededor a Bonnie. Estaba sentada en el suelo aterrada.
“Boom, Boom”, uno de esos repetitivos sonidos venía de ella, era su corazón. Desprendía un olor único, y extremadamente delicioso. Era Bonnie, no exactamente Bonnie...era su sangre. Sentía como corría por sus venas. Una sed insaciable me recorrió el cuerpo...No pude evitarlo.
Me lancé a su cuello.

NO ENTRES EN EL DESVÁN

En la casa de mi abuela solo hay una norma... No entres en el desván. Por lo demás puedes hacer lo que quieras; saltar sobre la cama, jugar con el balón en el salón, hacer lucha de cojines... La abuela nunca nos a dicho por qué no podemos entrar, siempre que le preguntamos pone mala cara y nos dice que nos callemos, pero como nos deja hacer de todo lo demás la obedecemos sobre eso. Ella vive en la casa sola ya que el abuelo desapareció sin dejar rastro hace unos años, todo fue muy raro. Ella nunca dice nada al respecto.

Somos cuatro, mi hermana Elisa, mis dos hermanos Max y Tom y yo Toby. Me llaman así por una apuesta que hice hace dos años. Si me comportaba como un perro durante un día mis hermanos tendrían que darme la cosa mas importante para ellos que tengan. No gané la apuesta, pero mientras me comportaba como un perrito se pusieron a llamarme Toby para burlarse de mí, después de ese día todo el mundo me llamaba así, incluso mis padres. Yo soy el mayor con trece, después están mis otros dos hermanos con doce (son mellizos) y mi hermana con diez.

-¡Chicos es hora de comer!- nos llamó la abuela que se encontraba en la cocina. Siempre nos quedábamos con ella en las vacaciones de verano, así mis padres podían trabajar perfectamente. Su casa era de madera y estaba en medio del campo, no había nada ha kilómetros a la redonda. Alrededor de la casa había un pequeño cultivo de tomates y una caseta de gallinas. Me encanta cuando cocina alguna, mi abuela cocina de maravilla.
Bajamos las escaleras de madera vieja y corrimos a la mesa para comer.
-¿ A qué podemos jugar hoy?- preguntó Elisa muy animada.
-Podemos entrar en el gallinero y asustar a las gallinas- propuso Max.
-Eso ya lo hicimos ayer- dije de mala gana.
-¿Por qué no subimos al desván?- dijo de pronto Tom.
-Eso está prohibido- dijo Elisa.
-No creo que sea para tanto entrar...Y no pasará nada si no se entera la abuela- dijo en un susurro, la abuela acababa de llegar con la comida. No pudimos volver a hablar del tema.

Salimos al porche. Sabía que Tom no se rendiría, cuando se le mete algo en la cabeza no para hasta conseguirlo.
-Voy a subir, me da igual si sois unos gallinas. Seguro que hay cosas chulisimas y por eso no quiere la abuela que subamos.- dijo tajante Tom.
-Allá tu, pero si te descubre la abuela yo no quiero saber nada- le respondí, yo no iba a pagar por lo que él hiciera, aunque en realidad sentía una gran curiosidad por saber que había allí arriba.
-Subiré esta noche, cuando la abuela se vaya a dormir, podéis venir conmigo si queréis.

Y así lo hizo, nos quedamos mirando en la escaleras como tiraba de la cuerda que había en el techo para subir al desván. Tiró de la cuerda, la trampilla del techo se abrió y dejó caer las escalerillas. Se apoyó en ellas, nos miró para saber si alguien quería acompañarle, todos negamos con la cabeza, entonces agarró su linterna, subió y cerró la trampilla al entrar al desván.
Esperamos allí durante un rato, escuchamos como se paseaba Tom por el desván. Nadie decía nada, solo mirábamos la trampilla, el silencio estaba muy presente.
-AHHHHHHHHH, AHHHHHHHHH- aquel grito desvaneció el silencio, el grito era de Tom.
-¡Socorro!!!¡Ayudadme!
La trampilla se abrió y Tom casi saltó desde el desván para bajar. Bajó las escaleras de la casa corriendo y se tiró en el salón al suelo.
-¡Arañas!¡Arañas!¡Hay arañas por todas partes!
No sabíamos como reaccionar, simplemente le mirábamos. Se rascaba todo el cuerpo y se retorcía mientras sollozaba.
-¡Quitadmelas!¡Quitadmelas!-decía una y otra vez, pero no había arañas por ninguna parte. Elisa se puso junto a él, buscándolas pero sin ningún éxito, entonces le abrazó. Tom había dejado de retorcerse pero lloraba y lloraba. Él siempre le había tenido pánico a las arañas, le era imposible verlas. Cuando veía alguna en nuestra casa, salía corriendo de ella gritando y no entraba en ella hasta pasadas las horas.
-¿Qué ha pasado aquí? Escuché gritos- la abuela apareció de repente.
-Pues..Tom vio unas arañas en la habitación, ya sabes como es él con eso. Las teme- se me daba muy bien mentir, y parte de lo que dije era verdad. La abuela lo comprendió al momento. Agarró a Tom y se lo llevó con ella.

No volvió a hablar hasta pasados unos días, aquello le marcó bastante.

-Había arañas por todas partes, salieron de repente...-susurró mientras merendábamos en el porche.
-¿Cómo eran?-pregunté sin pensar en como se pondría. Empezó a templar pero me respondió.
-Enormes...Aparecieron por el suelo y por la pared...Saltaron hacia mí...Creí que iba a morir, menos mal que conseguí salir corriendo de allí. Y te juro que me llevé algunas conmigo por mucho que digáis que no tenía ninguna.
Nos quedamos callados por unos minutos, todo esto era muy extraño.
-Voy a subir-dijo Max.
-¿Para qué?- preguntó Elisa
-Pues es que no está claro...Para matar a las arañas, si no lo hacemos acabaremos infectados de ellas.
-No sé si es una buena idea...-repuse, era muy fiel a las reglas y temía que la abuela lo averiguara.
-Yo te ayudaré Max. Si no quieres venir Toby, simplemente vigila por si la abuela aparece- dijo Elisa con una sonrisa, a eso no podía negarme.
Max encontró todos los insecticidas de la casa y la linterna, Elisa cogió la escoba por si hacía falta.
Todos nos preparamos,y esperamos la oportunidad para actuar. Tom se encerró en su habitación, no quería escuchar nada del tema.

-Bien, Elisa agarra bien la escoba, esto va a ser muy divertido jeje- Max tiró de la cuerda y subió por la escalerillas, Elisa le siguió. Yo me quedé en la escalera, la abuela estaba con sus plantaciones de tomates, pero nunca hay que confiarse.
Los dos subieron, esta vez dejaron la trampilla abierta por si acaso tenían que salir corriendo de allí. Esperé...Empezaron a escucharse sus pasos, eran rápidos, y también golpes contra el suelo. Entonces era verdad, había arañas.
-¡Dejadme en paz!¡Soltadme!- la voz era de Elisa, los golpes se hicieron mas ruidosos.
-¡Alejaos, alejaos de mí!- esta vez era Max, parecía asustado. No sabía si subir a ayudarles, temía que la abuela apareciese.
Bajaron...Sus rostros estaban completamente descompuestos, los dos estaban llorando. No tenían ni la escoba ni los botes de insecticida.
-¿Qué ha pasado?- pregunté al momento en que llegaron a mi lado.
-Payasos...Me querían matar- sollozó Elisa antes de irse corriendo. Miré a Max y le pregunté lo mismo.
-Muertos, muertos vivientes...Todo estaba encharcado de sangre y me querían morder-dijo antes de salir también corriendo.

Cerré la trampilla rápidamente, no sabía que pensar.
Payasos...
A Elisa le aterraban los payasos, decía que tenía miedo de sus caras, que siempre le parecía que dejarían de sonreír y la atacarían.
Muertos...
A Max le dan pánico los zombies, le es imposible ver una película de terror que trate sobre eso, aunque con doce años era normal.

Todo lo que habían visto en el desván Tom, Elisa y Max tenía que ver con sus peores miedos. Esto ya se pasaba...Era demasiado extraño y terrorífico.
Salí de la casa, tenía que averiguar la verdad.
-Abuela...¿Por qué no podemos entrar en el desván?
Me miró muy seria, como siempre hacía cuando le hacíamos esa pregunta.
-Solo te diré una cosa...Como entres allí pasaras miedo de verdad ¿Me has entendido?
¿Aquello iba con doble sentido?¿Se refería a la regañina que me daría o al desván?
-¿Qué le pasó al abuelo?- no sé porqué hice esa pregunta. Su cuerpo empezó a temblar y se fue.

Me dirigí ver a los demás. Se escondían debajo de sus sábanas mientras lloraban. Al escucharme gritaron de terror. Sus caras estaban pálidas y llenas de lágrimas
-Cierra la puerta...No dejes que entren- murmuró Max casi sin voz. Hice lo que me pidió y los abracé. Estaba dispuesto a saber que ocurría exactamente allí arriba, no se lo diría a nadie, ni siquiera a mis hermanos, bastante tenían ya. Romperé la única norma de la casa. Entraré en el desván.

Era medianoche, después de pasarme las horas consolándolos, se habían quedado dormidos. Todo estaba en completo silencio. El ambiente era extremadamente extraño. Era como si aquella trampilla hubiera estado esperando mi llegada y ahora sonreía.
Tiré de la cuerda y las escaleras aparecieron, no salía ningún ruido de aquella habitación. Cogí la linterna, subí y por último cerré la trampilla .
El desván era como cualquier otro. Todo estaba lleno de polvo. Había muchas cajas y unos baúles muy viejos. Rebusqué dentro de ellos, solo había ropa sucia y anticuada, seguramente eran de la abuela y el abuelo de cuando eran jóvenes. También había juguetes de madera y muñecas de trapo, todo era normal, como cualquier casa vieja de campo,ni arañas, nada de payasos...Ni de zombies.
De pronto la linterna se apagó, la oscuridad lo envolvió todo.

Pulsé el botón para que se encendiera pero no ocurría nada, incluso me puse a golpearla. Decidí bajar, pero al dar un paso mi cara se golpeó con algo duro. Llevé las manos hacia delante para saber con qué había chocado. Una pared...Había una pared justo a centímetros de mi cara. Intenté ir por el lado contrario pero pasaba lo mismo, estaba rodeado de paredes.
Empecé a respirad con dificultad y casi no podía pensar.
Odiaba los espacios cerrados y oscuros.
Me senté en el suelo como pude en aquel estrecho lugar, con la esperanza de que todo volviera a la normalidad.
Pero eso nunca pasó. Las horas pasaron una tras una y nada pasaba, o eso creía. Cada vez estaba mas desesperado, lo odiaba, aquella oscuridad me consumía, el miedo me envolvía. Empecé a golpear las paredes de forma frenética mientras gritaba, las manos empezaron a sangrarme de la fuerza con la que intentaba abrir una pequeña apertura, solo un pequeño agujero... Pero eso solo hizo que mis miedos se hicieran mas reales porque el espacio se hizo cada vez mas y mas pequeño, dejándome de pie sin poder moverme. Sentía como si ya no quedara mucho aire para respirar, me estaba asfixiando.

-¡SOCORRO!
-¡SACADME DE AQUÍ!

Lloré y lloré, teniendo la certeza de que también el peor de mis miedos se había cumplido...
Nadie me escuchaba gritar.



CASA DE MUÑECAS


Querido diario:

Sé que hace mucho tiempo que no te escribo, pero ahora es necesario.
Todos los acontecimientos ocurridos hasta ahora se me han venido encima y quiero que por lo menos alguien o mejor dicho “algo” lo sepa. Todo se reduce a tres palabras ODIO ESTA CASA.
Todo comenzó con la mudanza. Mamá dijo que nos vendría bien un cambio de aires, y en eso llevaba razón, odiaba la gran ciudad.
No odio la casa por que sea grande, llena de jardines de ensueño, o porque esté decorada al estilo del siglo dieciocho, no... Nada de eso.
Es por las muñecas.
El antiguo dueño era un fabricante de muñecas, el mejor de la localidad. Sus muñecas enamoraban a cualquiera, todas eran únicas y hechas exclusivamente para la persona que la solicitaba.
La casa está repleta de ellas. Cada habitación, cada sala, cada rincón estaba ocupado por aquellas muñecas sonrientes, que simplemente a mí me daban escalofríos. Guardamos muchas de ellas en el trastero, aunque dejamos algunas, por que hacían juego con la casa.

Fue entonces cuando ocurrieron las razones por las que te escribo con esta horrible letra.

Comenzó por la noche. Me despedí de Susy , mi hermana menor, de ocho años, que dormía en la habitación de al lado de mis padres. Me acosté por el duro día de trabajo desempaquetando todo tipo de trastos y limpiándolo todo. Al principio pensé qué fue Susy pero no fue así. Ella no se había levantado y había soltado una risita en frente de mi puerta. La fui a buscar por si se había despertado, pero dormía como un bebé, al volver a mi habitación, la encontré. Una hermosa muñeca con rizos de fuego se apoyaba de pie frente a mi puerta. “Tal vez fue una broma de Susy ” pensé creyendo que ella se hacia la dormida. Cogí la muñeca y la puse en mi escritorio y me fui a dormir.



Todo fue bien en mi primer día de instituto. La gente se comportaba genial conmigo, como si fuéramos amigos de toda la vida.
- Entonces Alison...Te has mudado a la casa del muñequero ¿Verdad?-me pregunta una reciente amiga.
-¿Muñequero?¿Te refieres al fabricante de muñecas?
-Si...El era muy siniestro. Nunca se relacionaba con nadie, solo le hablaba a sus queridas muñecas. Al principio era un hombre normal, y vendía sus preciosas muñecas, pero después cambió y no quiso vender ninguna más. Precia obsesionado con sus creaciones.
-Vaya... No lo sabia.
-Pues te pierdes lo mejor-miró hacia los lados cerciorándose de que nadie nos escuchaba-fue asesinado....Lo encontraron desangrado por un corte en el cuello. Estaba rodeado de muñecas y una de ellas a su lado tenia un cuchillo cerca de su mano.
-Nadie nos lo dijo-salté un poco asustada.
-Al principio dijeron que fue un asesinato pero concluyeron de que fue un suicidio... Aunque es poco creíble que alguien se cortara el cuello por sí solo. Hay otras maneras...-susurró mirando hacia otro lado, un poco si creerse las palabras que dijo.


Tres días después de aquello, me sentía aterrada, le pregunté a mis padres si lo sabían y se quedaron tan perplejos como yo. No fui capaz de quitar la muñeca de mi escritorio y juro que lo intenté con todas mis fuerzas, pero era como si mi instinto me advirtiera que no lo debía hacer, que sería cometer el peor error de mi vida.
Ese día fui a ver a Susy y vi algo que nunca creí jamas ver.
Mi hermana jugaba con una muñeca, fingía que tomaban el té a lo Alicia en el País de las maravillas. Era la muñeca de mi escritorio.
Ella odiaba las muñecas desde que tenía uso de razón, por eso retiramos a la mayoría, sobre todo a todas las de su habitación.
-Susy ¿Qué haces?-le pregunté intrigada.
-Eloisa quería jugar conmigo...-dice no muy segura, con la cara baja, mientras alzaba la taza de té hacia la muñeca de pelo color fuego.
Aquello me aterró mas todavía, por un momento me pareció ver una sonrisa en aquella preciosa muñeca. Corrí hasta mis padres y les pedí que tiraran todas las muñecas, pero no me hicieron caso. Decía que eran demasiado valiosa para hacer eso y que lo mejor que podían hacer eran venderlas, con eso me conformé.

En esa noche no fui capaz de conciliar el sueño. Si cerraba los ojos veía alguna de las muñecas tirarse encima de mí con un cuchillo de cocina en la manos y alzarlo sobre mí mientras sus amigas me sujetaban movilizándome.

Me estaba volviendo loca.

Y debí haberle hecho mas caso a mi locura y haberme desacido de aquellas bellas monstruosidades yo misma, pero mi parte racional me decía que todo eran imaginaciones mías.

….

La tinta de este maldito boli se está acabando, así que debo terminar de contar la verdad
.
Todos los días siguientes era como estar en el infierno de la locura.
Veía muñecas correr de noche por los pasillos. Aparecían nuevas muñecas en las estanterías, eran las que guardamos en el desván, Susy cada vez jugaba con mas muñecas a su alrededor y no hablaba ya con nadie, ni siquiera conmigo.

En uno de esos interminables días, yo me encontraba en mi habitación a medio dormir y mi hermana entró estrepitosamente por la puerta llorando.
-¡¡Por favor haz que me dejen en paz!!-sollozaba en mi regazo.
-¿Que te pasa?
-Es Eloisa, no quiere que la deje sola, ni a sus amigas. Me quiere solo para ellas, me dice que no debo hablar con nadie, que soy de su propiedad....-respondió.
-No te preocupes, ellas te van a dejar en paz muy pronto-le susurré al oído.

Como me imaginaba, aquellas muñecas no eran para nada normales y era mejor deshacerme de ellas cuanto antes, la muerte del Muñequero no fue un suicidio, seguro que tú me das la razón.

Cogí una pala y una bolsa enorme, cavé un gran agujero en nuestro extenso jardín, no iba a venderlas, esas muñecas no debían estar con nadie. Cogí la bolsa para meterlas y enterrarlas cuando un sonido desveló todos mis temores.
-¡AHHHHHHH!!!-Era la voz de mi madre.
-¡Suéltala!-gritó mi padre.

Solté la bolsa, cogí la pala y corrí al interior de la casa.

Entré tambaleándome sobre mí misma y me quedé petrificada por lo que me encontré. La muñeca llamada Eloisa estaba de pie frente las escaleras, sonriéndome con una mirada demoníaca.
-¿Quieres jugar conmigo?-pregunta, dirigiéndose hasta mí con un cuchillo en la mano, tal y como aparece en mis pesadillas.
-Por supuesto...-respondo.
Corrí hasta ella y la golpeo con la pala, cayó al suelo y voví a golpearla hasta que solo son mas que piezas, no podía permitir que hiciera daño a nadie de mi familia, sobre todo a mi hermana.

Subí las escaleras, tropezándome una y otra vez, mientras escuchaba gritos de dolor.
Entré en el dormitorio de mis padres y al ver la escena hace que unas lágrimas asustadas resbalaran por mis mejillas. Mi padres se encontraban en la cama, completamente desangrados por varias partes de sus cuerpos, con muecas de intenso dolor. Estaban rodeados de muñecas demoníacas, que me miraban con un intenso odio en sus perfectos rostros.

-¡HERMANA!-Susy salió del armario de mis padres con la cara empapada en lágrimas, y completamente asustada. Se lanzó hasta mí y me abrazó como si fuera su ángel salvador.
-¡Vámonos de aquí!-grité, cogiéndola de la mano.

Pero era imposible. Decenas de muñecas nos rodearon. Las golpeé con todas mis fuerzas, apartándolas del camino, pero era imposible escapar. Conseguí meternos en mi habitación y tapar la puerta.

Y así me encuentro ahora. Escribiéndote, diario. Con la mísera esperanza de que alguien te encuentre y así puedas explicar todo lo que ha pasado aquí.
Diles que quemen a esas malditas y que entierren sus cenizas. Yo me despido, tengo que ayudar a mi hermana a mantener la puerta cerrada. Las malditas muñecas la golpean con una fuerza inhumana, maldiciéndonos con cada golpe que dan.
No sabemos por cuanto tiempo podremos mantenerla cerrada.

Firmado: Alison

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