sábado, 29 de mayo de 2010

Quinto Corazón "Verdad Cortante"

VERDAD CORTANTE


En ese momento, no podía apartar la mirada de lo que mis ojos observaban.

Sentía como la persona mas importante para mí me clavaba una daga en mi pecho, que cortaba con un eterno dolor silencioso y generaba una brecha en él. Una brecha tan grande que da lugar a un agujero, que deja escapar todos los buenos momentos que hemos pasado juntos.


Escucho su centelleante risa inundar el banco en el que está sentado con aquella chica. Veo como la besa con tanta dulzura que pienso que ni siquiera él me dedicó un roce así. No la conozco, pero la odio con tanta desesperación que no soy capaz de reconocerme. El agujero va abriéndose paso con cada segundo que pasa, vaciándome de todas las sonrisas que me concedió, de todas mis mejores memorias, de todos los besos que le regalé sin pedir nada a cambio, de todos los momentos a solas a la luz de los atardeceres de marzo, del amor que le entregué y que ahora estoy segura que él nunca me dió, todo se escapa de mi interior que tan bien guardado lo tenía.


Al acabar conmigo, el agujero se cierne sobre mí, fijándose como la oscuridad en la noche, dejándome sin sueños por los que vivir, sin sueños donde él era el centro de todo. Mi mundo giraba alrededor suyo, en unas órbitas en las que no habían desviación alguna y que obedecían unas reglas inescrutables.


Me siento sola pese a la muchedumbre que me mira con duda ¿Qué debo hacer a partir de este momento? Unas lágrimas de cristal roto se resbalan desgarrando mi rosto, castigándome por haber sido tan tonta. Me abrazo a mí misma intentando tapar el agujero y repitiéndome que no estoy sola, que el mundo no se acaba, pero pensar eso es estúpido, estoy sola. Porque él es toda la compañía que necesitaba, que me mantenía con los pies en la tierra.

Deseo no haber visto nada de esto y seguir en la ignorancia, es mas confortable, sobre todo si la verdad corta con el fijo de una daga.



miércoles, 31 de marzo de 2010

Zona "Relatos de terror"

EL PASEO DE LOS CAÍDOS


"El peor defecto de muchos ajedrecistas es lamentarse ,durante el juego , de haber omitido posibilidades anteriores. Esta inútil meditación sobre las variantes que hubiesen podido realizarse, no hace más que distraer la atención,disminuir la capacidad competitiva y absorber un tiempo valioso"
Panov.

La lluvia cae estrepitosa en el lugar. Un coche estaciona delante de la mansión sin hacer ruido, y de él, dos personas salen pesadamente sacando a la vez un paraguas negro. Las dos personas también visten de negro, al completo, de traje sofisticado y casi sin adornos. Uno es un chico joven, no mas de dieciocho años, y el otro un adulto, sujeta el paraguas con fuerza, resguardando a él y a su acompañante.
-No quiero estar aquí-espeta el chico de forma huraña, odia esa casa y a los que viven en ella con todas sus fuerzas.
-Hijo... El abuelo Jebediah te apreciaba mucho-le dice su padre con pena.
-Si tu lo dices... Nunca mostró algún sentimiento por alguien que yo sepa-le responde con una mueca simulando una sonrisa.
-Ten algo de respeto Oz, por lo menos hoy. Démosle una buena despedida.
-Jumm... Lo intentaré.

Emprenden su marca pausada hasta la mansión y llaman a la vieja puerta de madera, que con el sonido que produce muestra lo ruda y fuerte que se ha mantenido.
-Ohh Cesar, por fin llegas. Y Oz...Hola-una señora mayor les abre, va completamente de negro al igual que las demás personas presentes en la casa.
-Hola abuela-dice Oz sarcástico, desea que termine el día del entierro cuanto antes.

Las horas pasan lentas en la casa, con un silencio recio adueñándose del lugar.
Todo el mundo le ha dado ya el pésame al anciano que se encuentra en la sala principal, perfectamente vestido y con su expresión huraña de siempre. Sus manos se encuentran entrelazadas y en ellas dos piezas de ajedrez, la blanca reina y el negro rey.
-Padre, ¿Por qué esas piezas exactamente?-le pregunta Oz su padre, mirando al anciano sin expresión.
-Como todos sabemos, tu abuelo es y era un experto en el ajedrez, ganó múltiples competiciones, solo vivía por el ajedrez, en mis memorias me es imposible verle sin que esté en frente de un tablero pensado alguna de sus extrañas jugadas. No había quién le ganara... Bueno... Excepto tú. Casi le da un ataque cuando le diste jaque mate-añadió con una mueca en el rostro.
-Se lo merecía, no dejaba de burlarse de mí por mis jugadas, de mí y de todo aquel con el que se enfrentaba.
-As heredado su don-murmura para para sí el padre y continua explicando.
-Él siempre tenía ideas descabelladas, y se le metió en la cabeza de que la razón por la que los bandos negro y blanco luchaban era por que la reina y el rey contrarios se habían enamorado y sus respectivas parejas se declararon la guerra y cada una obligó a su traicionera pareja a enfrentarse a su amor. Él adoraba esa suposición, siempre la estaba contando, una y otra vez, le daba verdadera pena la pareja desdichada. En honor a aquello le pusimos esas piezas junto al él, seguro que lo querría así, le era imposible separarse de su amado juego.
Pone su mano en el hombro de Oz, a la vez que le hacia una seña para retirarse lejos del altar. Él asiente.
-Ven quiero enseñarte algo.

Oz en cuanto ve el lugar al que le lleva su padre se para en seco. Observa la habitación que se encuentra al final del pasillo.
-Es su despacho, él prohibió a todo el mundo entrar-murmura con un miedo inconsciente.
-Él ya no está aquí para reprochar o castigar-le dice su padre, arrastrándolo y abriendo la puerta del despacho.

Todo está en silencio, la habitación se encuentra completamente ordenada, sin una mota de polvo que mancille los objetos. Los huéspedes notan una gran presión en sus cuerpos al entrar. Una advertencia, un enfado, la habitación no los quiere allí.

El padre se dirige al escritorio. Un tablero se alza en él con esplendor. De marfil, blanco y negro, simbolizando una batalla a punto de comenzar.
-Es el tablero de la familia-dice Oz mirando a todos lados.
-Así es, ha pasado de generación en generación, siempre hemos sido unos ganadores en esto. Sólo falta la pareja enamorada. Jeje, parece que al fín podrán estar juntos como quería el abuelo...
-Parece que si...¿Por qué me has traído aquí?
-Ahora este tablero es tuyo,es hora de que pase a la siguiente generación, la mia ya pasó, ahora te toca a tí- mete su mano en su bolsillo, sacando las piezas faltantes.
-Nunca lo utilizaré-espeta Oz.

….........


Oz corre sin descanso por el enorme parque. Todo está empapado por las lluvias caías recientemente, el suelo de piedra ahora tiene un tenue brillo y los arboles no dejan otra visión, parecen agradecidos.
Oz agarra con más fuerza el maletín entre sus manos, las tiene heladas.

Disminuye la velocidad al ver la imagen que se alza sobre él.
Varias estatuas rodean el camino.
-Otra más-dice sin darse cuenta.
Todas parecen iguales y a la vez no lo son. Son personas sentadas en una pequeña mesa, con un tablero delante de ellas. Es lo único en lo que se parecen, cada una es única, cada persona diferente. Distinta ropa, distinta edad... Y sobre todo distintas expresiones, pero en ninguna se encuentra una muestra de alegría.
Algunas tienen las manos a la cara simulando un llanto que no cesa, en otras rabia que explota sin control, miedo a lo que puede pasar,desprecio, incredulidad, agonía, dolor, horror... La lista es interminable. Y la razón parece encontrarse en sus respectivos tableros, en todos ellos se forma el jaque mate por un contricante desconocido.


Nadie sabe quien pone esas estatuas allí, ni de dónde proceden, pero gracias a él aquel lugar se ha ganado el nombre de “el paseo de los caídos”.

Oz se acerca a la nueva escultura, es una mujer, oculta su rostro con los brazos apoyándose en la mesa junto a su jaque mate.
Mira a la derecha de la estatua, donde se alzan varias mesas de piedra, pero sin jugadores petrificados. Varias personas meditan o observan sus tableros, cada una con un compañero con el que jugar y ninguna de piedra.
-¿Quién te ganó?-pregunta Oz a la mujer, sabiendo perfectamente que no encontrará respuesta alguna.
Entonces, empieza a llover de repente y todo el mundo huye de la lluvia con si fuera ácido.
Oz no tiene mas remedio que irse y emprender su camino, pero sin quitarse a la mujer de rostro oculto de su mente.

Cae la noche y el joven recorre el mismo camino para su vuelta a casa.
El parque está completamente desierto, menos en “el paseo de los caídos”, donde las estatuas acompañan al chico en su vuelta a casa como todos los días.
Para a descansar, aún le queda una larga caminata. Se sienta en la dura silla de piedra y posa su maletín en la mesa. Lo abre y saca el objeto que se oculta en su interior. El tablero familiar.
-Tengo que admitirlo, eres fascinante-le dice al tablero con brillo en los ojos.
Coloca cada pieza en su lugar simplemente para observar.

Un viento sin dueño azota el tablero haciéndolo temblar. Las hojas muertas se arremolinan a su alrededor abrazándolo. La temperatura baja sin previo aviso haciendo que Oz se estremezca.
-Va siendo hora que me valla...
Pero no puede levantarse, sus piernas tiemblan en el intento pero no lo consigue. No es capaz de levantarse de la silla de piedra. Unos llantos sin nombre rompen el silencio.

-Un nuevo jugador....-susurra una voz en su oído, quiere gritar pero su voz es robada por el viento.
Una sombra aparece en frente de él, con forma humana, que le sonríe de forma socarrona.
-Es hora de volver a jugar...-dice al mismo tiempo que mueve una de las piezas blancas del tablero, el peón.
-Blancas mueven primero...-consigue susurrar Oz.
-Y después sigue el juego, donde tu vida queda adueñada por el tablero, pierde y abras perdido para el resto tus días en esta mesa, lamentándote por tu jugada.-le responde la sombra sonriendo e incitándole a continuar con la partida.

Oz nota algo extraño. Sus pies están completamente helados. Los mira de reojo sin perder de vista al ser, y lo que ve le hace mostrar una expresión de horror. Sus pies están completamente petrificados en piedra. Igual que la de sus lamentosos acompañantes. Tiene que darse prisa, si no gana la partida a tiempo, acabará arrepentido para siempre de su caía.

El peón avanza con cautela. El alfil corre sin espera. La torre recta por su fortaleza. El caballo esquiva con sus esbeltos saltos. La reina baila con soltura. El rey firme a la espera de la muerte.

Y así todo continúa. Cada soldado caído es llevado a la caja, los supervivientes vendan sus heridas sin rendirse.

-Eres bueno...Muy bueno. Tanto como él-murmura la sombra mientra muestra su jugada.
-¿Tanto como quién?-pregunta Oz mientras medita a la vez que descansa, le queda poco tiempo, medio cuerpo ya está petrificado.
-Como el único hombre que me ha ganado. Cuando yo aún era capaz de pensar en otras cosas en vez de el tablero. Fue el único hombre que me hizo perder, me convirtió en un perdedor. No lo soporté y me juré a mi mismo que no volvería a perder una partida y que sería lo único que haría hasta el fin de los días.
-¿Cómo se llamaba?-consigue decir Oz, puede sentir el odio de aquel ser, que una vez fue humano.
-Jebediah...
La sangre de Oz se queda helada por el nombramiento de ese nombre. El nombre de su abuelo. No dice nada más, simplemente mueve su pieza con el miedo calándole sus huesos inmóviles.

Ha llegado la hora de la verdad. Pocos supervivientes quedan ya de pie.

Oz está exhausto, la batalla ha durado demasiando tiempo, gran parte de su pecho ya no se mueve y el aire ya casi no entra en sus pulmones. Solo tiene una escapatoria, y es muy arriesgada, si algo a demostrado aquel ser, es saber las reglas del juego a la perfección.

Mueve su rey negro que se encuentra en frente de su amada reina blanca. De un solo golpe la deja tirada en el soporte de marfil. Tal y como están destinados, uno se enfrenta al otro para matar.
Ese movimiento deja paso a los seguidores del rey que masacran al monarca blanco con furia.

-¡NOOOOOOOOOO! ¡NO ES POSIBLE!

Todo empieza a temblar como un terremoto imparable.
Oz con todas sus fuerzas rompe su prisión de piedra y huye, tapándose los oídos para dejar de escuchar los chirriantes los llantos de los caídos. Aquellos que siempre se mantenían en silencio y pétreos. Puede ver sus lágrimas caer, sus manos cerrados en fuertes puños, escucha sus gritos de agonía y horror pidiéndole ayuda, una ayuda que no les puede dar. Han perdido y tienen que cargar con ello.

sábado, 13 de marzo de 2010

Corazón cuarto "Despertar"


DESPERTAR


Despierta aún con Morfeo dándole guerra para mantenerla dormida. Se estira lentamente entre las blancas sábanas, el sueño la suelta despidiéndose hasta el anochecer.


La luz baña su clara piel haciendo brillar sus oscuros cabellos cafés. Rueda sobre ella misma hacia atrás, chocándose con él... Su compañero de cuarto ni siquiera a notado el torpe golpe, se encuentra semienterrado entre las sábanas.

Su brazo sigue en la misma posición en la que se encontraba cuando la chica despertó, rodeándola.

Ella sonríe disimuladamente y con mucho cuidado rompe su unión con su piel y entra rápidamente en en baño. Abre el agua caliente y se despoja de sus finas ropas.


Unos ojos ojos agua marina se muestran ante la luz de la habitación. Un sonido repiqueteante le ha despertado. Mueve su brazo sobre la cama, encontrándola vacía. Pone mala cara ante esto, le encanta verla dormir, ver como su aura de tranquilidad le envuelve trayéndole la paz.

Vuelve a cerrar sus ojos e intentar quedarse dormido, con una pequeña esperanza de volver a abrirlos y a encontrarse la verdadera luz de sus ojos.


La chica termina su rápida ducha y se encamina ya vestida por las habitaciones, hasta llegar a la deslumbrante cocina. Piensa qué preparar, tanto para ella como para él. Le encanta ver la curva de su sonrisa cuando ve su plato recién hecho, porque sabe que adora sus platos, lo que no sabe es que es simplemente porque es ella quién los cocina, aunque no quita que estén esquisitos.


Unos fuertes brazos la rodean cuando enciende el fuego para la satén. No tiene que girarse para ver quién es. Con solo notar su cálido aliento sobre su piel ya lo sabe todo.

“Creí que habías desaparecido” le murmura en su oído, haciéndola estremecer “Y yo que nunca despertarías”

Esta vez sí se gira para mirarle. Sonríe, de la forma que a ella tanto le gusta, esa sonrisa de la que se enamoró. “¿Algún plato en especial?” le pregunta inocentemente “Umm...¿Hay un beso en el menú?” responde. “Tan vez...” le dice la chica.

Y se besan, primero suavemente, hasta unir sus labios en uno solo.




miércoles, 17 de febrero de 2010

Zona "Relatos de terror"




Inauguro esta zona. Soy fan de los relatos de terror. Publico mis historias en una pagina y ya que tengo este blog, he decidido publicarlas aquí. De vez en cuando pondré una nueva, espero que os gusten.


LA SOMBRA DE MI SOMBRA



Acabamos de mudarnos a un pequeño pueblo perdido en el bosque, mi pueblo natal, nos fuimos del pueblo cuando tenía doce años ya que mi padre era fotógrafo y buscó un trabajo en el que le permitiera irse del pueblo, nunca le pregunté por qué. Casi no recordaba nada de este lugar, todos los recuerdos eran muy vagos. Cada vez que intentaba recordar algo me entraba un miedo indescriptible, por eso dejé de intentarlo. Estábamos en otoño y todo nuestro alrededor estaba teñido de marrón, amarillo y naranja, la imagen que se formaba era espectacular.
Salí de mi casa para poder disfrutar del paisaje y así recordar mi infancia, pero por mucho que lo intentara no lo conseguía. Iba muy distraída y por eso no lo vi venir, un chico se abalanzó sobre mí con mucha fuerza, caí de espaldas al suelo y me golpeé la cabeza contra el asfalto.
-Ay!!!
-Perdón... lo siento, iba corriendo y no te vi- me alzó su mano y yo la tomé, era un poco alto, con el pelo corto y negro y sus ojos parecían un poco sin fondo, completamente oscuros, su cara me era familiar.
-No pasa nada, yo también tengo parte de culpa, no miraba por donde andaba, jeje.
-¿Eres nueva por aquí verdad?- me preguntó con curiosidad.
-No exactamente, viví aquí de pequeña pero mi padre es fotógrafo, se dedica a fotografiar lugares de todo el mundo, así que eso implica ir de un lado para otro.
-Debes de pasarlo muy mal al tener que dejarlo todo y volver al empezarlo, sobre todo con los amigos- dijo con tristeza.
-Estoy acostumbrada, y no hago amigos fácilmente, casi nunca abandono un lugar y a la vez amigos.- a veces pensaba que tenía la peste, cuando intentaba entablar conversación con alguien, este me miraba con asco y se iba, por eso ya solo quería pasar desapercibida para todos.
-Pues ahora tienes uno, mi nombre es Gabriel, encantado.
-Encantada, mi nombre es Jenifer, pero llamame Jeny.- me caía muy bien Gabriel, era muy fácil hablar con él y no había salido corriendo, que eso ya es un logro.
-¿Quieres que te presente a mis amigos?- Oh, oh, sus amigos... Seguro que no les caeré bien.
-Va..vale- entonces empezó a andar y yo le seguí.

Mientras andábamos, iba recordando todo lo que veía a mi alrededor, las cafeterías, las tiendas, los parques, pero solo eran pequeños flashes que se mezclaban en mi mente...
Llegamos a una plaza donde había un grupo de chicos y chicas hablando muy animados. Gabriel me guió hasta ellos y me presentó.
-¡¡Hola chicos!! Esta es Jeny, se ha mudado hace poco al pueblo, pero vivió aquí cuando era una niña.-Todos me saludaron con una sonrisa y se pusieron a hacerme preguntas sobre mí, donde vivía, que gustos tenía, que ropa me gusta mas...
-¿Cuántos años tienes Jeny?- Me preguntó una chica, creo que se llamaba Sara.
-Tengo diecisiete ¿Y vosotros?
-Todos tenemos dieciocho, eres la mas pequeña de aquí- odiaba esa palabra, y no recodaba por qué, pero siempre la odié.
-Vamos a celebrar esta noche una hoguera, es como una fiesta que llamamos “sesión de medianoche” en ella contamos historias de miedo de todo tipo- no me hacían mucha gracia las historias de miedo, pero todos ellos me habían aceptado y eso se lo tenía que agradecer.
-¡Claro!¿Dónde lo hacéis?
-No te preocupes por eso, yo voy a por ti a tu casa.- me dijo Sara muy animada.

Llegó la hora de la “sesión de medianoche”, me había preparado una historia sobre una carretera en la que se aparecía una chica que provocaba que tuvieras un accidente, no era una historia muy buena, pero al menos era algo. Sara me recogió en mi casa, iba completamente vestida de negro y muy bien pintada, me avergoncé de no ir vestida para la ocasión, llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta a rayas blancas y negras, parecía una ladrona ex convicta , pero era lo único que encontré entre todas la cajas de la mudanza.
Entramos dentro del bosque, a lo lejos vi una luz muy intensa, seguro que eran los demás. Y lo eran, todos estaban allí vestidos de negro.

-¿De que cárcel te as escapado?- bromeó Gabriel, me puse roja como un tomate, pensé en mi fuero interno. Nos hicieron un hueco alrededor del fuego, me dieron una coca-cola y se dispusieron a empezar.

Estaba por salir corriendo, sus historia eran para que se te pusiera la piel de gallina, y mi historia no fue nada comparada con las de los demás. El último en relatar fue Gabriel.
-Esta historia la llaman “la sombra” y cuentan que ocurrió de verdad- todos se pusieron a reir. En todas la historias se decía lo mismo, “ocurrió de verdad”.

-Cuentan que había un chico al que todo el mundo en el colegio lo tomaban como objeto de diversión,le hacían bromas, le quitaban la merienda, lo insultaban...Él chico ante esto solo deseaba una cosa...”Quiero ser mi sombra”. Un día los chicos que todos los días le quitaban la comida, lo persiguieron ya que él se negó a dársela, lo siguieron hasta un callejón. Nadie supo que pasó allí, solo se sabe que de aquel callejón salió un grito que decía “!!Quiero ser mi sombra¡¡”. Después de aquel día nadie volvió a ver a los abusones y aquel chico siempre lo veías riendo, pero cuentan que si te fijabas en su sombra, esta tenía las manos en la cara, como si estuviera llorando...

El relato me heló la sangre, por una extraña razón toda esa historia me parecía muy familiar, como si yo misma la hubiera vivido. Apagaron el fuego y nos fuimos, pero iban por otro camino, yo los seguí, seguramente iríamos a alguna parte. Al cabo de un rato andando entre la oscuridad, Gabriel y los demás se pararon en mitad del bosque y dijeron:
-Es hora de que ajustemos cuentas, “pequeña Jeny”- aquellas palabras, me hicieron recordar algo, algo muy lejano. Insultos, empujones, gritos, sollozos, burlas...A mí huyendo por un pasillo, era mucho mas pequeña que ahora, llevaba una gran mochila, y tenía los ojos empapados de mis lágrimas, entré en una clase con la respiración entrecortada, la puerta se abrió y entraron un grupo de chicos de unos trece años, yo solo tenía doce. Uno de ellos sonreía con malicia, tenía el pelo negro al igual que los ojos... era él, los demás que entraron los reconocí, eran los mismos que estaban conmigo en el bosque. Dos de ellos me agarraron y me sacaron de la clase, me arrastraron hasta otra y me metieron en un sitio oscuro y pequeño... Un armario. Me abandonaron allí, recuerdo mis gritos de suplica, el sonido de los golpes contra la puerta, la oscuridad, el dolor... y también las horas que pasé allí. Ahora entiendo por que casi no recordaba nada de mi vida en este pueblo, todo eran malos recuerdos, sobre los chicos del colegio insultándome y hasta pegándome. “Pequeña Jeny” así me llamaban.
-Vosotros...-fue lo único que conseguí decir al salir de mi shock.
-Parece que ya nos recuerdas, nos llevamos una buena, a mí me metieron en un correccional por chivarte.
Todos se abalanzaron sobre mí y volvieron, como aquella vez, a arrastrarme, me llevaron un agujero, como una especie de pozo o hoyo, y me tiraron allí. Caí y el dolor hizo acto de presencia, tuve suerte de caer de buena manera si no me abría roto algo. Al levantarme y mirar hacia arriba no vi a nadie, me dejaron sola... otra vez. Intenté escalar pero caí, empecé a gritar como aquella vez, no sirvió de nada. Me senté y lloré.
¿Por qué me hacían esto?¿Que es lo que hago mal para que todo el mundo me odie? Yo solo quería tener unos pocos amigos y si no podía tenerlos simplemente pasar desapercibida, desapercibida, que era lo que había intentado hacer toda mi vida. Ahora lo recordaba todo, de niña nunca quería llamar la atención por temor a que la tomaran conmigo, pero todo era inútil, siempre era yo la que se llevaba todas las burlas. Recordé el relato de Gabriel y entendí porque aquel chico deseaba ser una sombra, era lo mejor para que no te hicieran daño. Ahora yo también lo deseaba, en ese momento no me importaría ser una sombra, a ellas no les pasa nada malo, solo siguen e imitan al que las produce.
-¡QUIERO SER UNA SOMBRA!-grité para desahogarme necesitaba deshacerme de toda esta rabia
-Quiero ser mi sombra...-sollocé, hasta quedarme inconsciente.



Yo no quería esto... Mis piernas se movían pero yo no las movía, mis manos sujetaban un objeto pero yo no lo sostenía, mi boca sonreía pero yo solo lloraba."Yo también sufría" me dije a mi misma, pero yo no me lo dije.
Me acerqué a Gabriel que estaba sentado en un banco, pero yo no quería acercarme. Él me miró y a la vez no lo hizo.
Levanté el hacha que tenía en mis manos y a la vez no lo hice.
-Es hora de que ajustemos cuentas, “pequeño Gabriel”- dije y a la vez no lo dije.
Yo solo lloraba con la cabeza gacha y con las manos en la cara mientas me seguía, nadie me prestaba atención, pasaba “desapercibida”,solo podía mirar lo que estaba pasando sin poder impedirlo.¿Cómo podía hacer algo? Yo solo era la sombra de mi sombra.




miércoles, 10 de febrero de 2010

Corazón 3 All you need is love


Drabbe que me dedicó hace tiempo anna de un foro de the host.
¡Muchas gracias!

Ella camina, apresurada por llegar al salón de juegos, impaciente por verlo a él. Se siente torpe con ese nuevo cuerpo, sus pasos son más lentos, su resistencia no es la misma y esos ojos, sus ojos, no se han acostumbrado a la penumbra aún.

Él sonríe cuando la ve, y camina unos pasos hacia adelante sin atreverse a hacer algo más. Se tiran sobre los colchones, alejados uno del otro, sin saber con claridad que hacer.

Ian cree que es estúpido estar así. La acerca hacia él y la envuelve con sus brazos.

Sabe que es más joven de lo que dice ser, pero no le tomará importancia, mientras nadie más lo sepa.

Porque para él es más que suficiente rozar sus pómulos con sus grandes manos, estrecharla cerca de su cuerpo, sentir lo frágil que parece y es, y acariciar sus labios tiernamente; porque sólo ella pudo, puede, y podrá sacar a relucir esa parte de él.

No importa en qué cuerpo esté y si tiene que esperar unos cuantos años más. A él sólo le importa que Wanda siga a su lado.

jueves, 4 de febrero de 2010

Corazón 2 Caja de bombones


Una madre dijo una vez, que la vida era como una caja de bombones y nunca sabes lo que te va a tocar.
Que hay bombones grandes y duraderos, pero pese a eso, carecen de sabor.
El de doble esencia, que nos da a elejir la que más nos gusta.
Hay bombones completamente negros, que oscurecen nuestras bocas como el carbón, y el blanco que las ilumina y aclara como la leche de todas las mañanas.
También están los de almendra que crujen en nuestras bocas y se esparce en trozos mas pequeños.
Y por ultimo está el bombón único de la caja, el que solo un priviligiado lo conseguirá, el bombón es pequeño y se desace con facilidad, pero su sabor es tan intenso que vale la pena saborearlo por esa porción de tiempo, ya que siempre producira una sonrisa en los labios.

domingo, 31 de enero de 2010

Corazón 1 Lluvia que cae


Todos miramos por la ventana admirando el empapado paisaje.
Dejamos la mente viajar entre cada gota caía.
Nuestra alma se siente en paz, algo dificil de conseguir,
algo por lo que la lluvia se caracteriza, al ser tan pura, tan infinita y sobre todo bella.
Dejamos que su pureza nos impregne mientras la observamos,
porque aunque no nos toque su simple imagen nos consuela y limpia nuestros maltrechos corazones.